Pintura al aire libre

En esta sección colocaremos los apuntes teóricos correspondientes a la actividad de pintura al aire libre.

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Antecedentes históricos de la pintura al aire libre

En la primera mitad del siglo XIX, en pleno Romanticismo en la pintura, Joseph Mallord William Turner y John Constable —pintores paisajistas ingleses— sentarían las bases de la pintura de la naturaleza.
Constable se preocupaba por el paisaje y, sobre todo, de los efectos ambientales de la luz sobre la naturaleza. Elige paisajes con nubes inestables en los que el aspecto cambia de un momento a otro. Constable no busca el realismo exacto en la representación de las cosas, sino la capacidad que tienen las cosas para evocar ideas o emociones.
De Turner destaca su gusto por la fugacidad, sus superficies borrosas y vaporosas y el difuminado y mezcla de colores intensos. Así como la descripción de un momento visual más allá de la descripción formal, en el que la luz y los colores dan lugar a una impresión más poderosa.

En 1824, el Salón de París exhibió una exposición de John Constable. Sus escenas rurales influenciaron a algunos artistas jóvenes, haciendo que abandonaran el academicismo para buscar su inspiración directamente en la Naturaleza. Las escenas naturales dejarían de ser un mero telón de fondo de hechos dramáticos o escenas mitológicas.
Durante las revoluciones burguesas de 1848, un grupo de artistas comenzó a reunirse en el pueblo de Barbizon (pueblo cercano a París) para seguir las ideas de Constable sobre la pintura y el naturalismo, fundando la llamada escuela de Barbizon, de la formaban parte artistas como Théodore Rousseau, Jean-Baptiste Camille Corot, Jean-François Millet y Charles-François Daubigny. Mantienen un estilo realista, pero de entonación ligeramente romántica, que se caracteriza por su especialización casi en exclusiva en el paisaje y su estudio directo del natural. Normalmente tomarán sus apuntes al aire libre para realizar sus obras definitivas en sus estudios. Usaban para ello técnicas rápidas, como el óleo, y de lo que trataban era de conseguir efectos en el menor tiempo posible. Por primera vez, el pintor sale de su estudio.

En abril de 1874, un grupo de artistas franceses funda una «Sociedad anónima cooperativa de artistas pintores, escultores, grabadores, etcétera», bajo el nombre de el grupo de Batignolles. Lo que estos artistas tenían en común era su desprecio por el arte tradicional oficial en favor de nuevas formas de expresión artística mucho más innovadoras, tomando como referencia a los artistas de la escuela de Barbizon, a los paisajistas ingleses y a los avances científicos en cuanto a teoría del color y a la fotografía. Bajo el liderazgo intelectual de Édouard Manet, decidieron agruparse más formalmente que en sus tertulias del café «Guerbois» de los jueves, y organizar una muestra con sus obras.
La respuesta del público y de la crítica ante la muestra fue implacable: insultos, mofas, una auténtica humillación pública para los artistas. El 25 de abril un crítico llamado Louis Leroy publicó un artículo en la revista Charivari que tuvo mucha repercusión y que se titulaba: «Exposición de los Impresionistas». El artículo era demoledor con los artistas y sus obras, y de ahí en adelante el término “Impresionismo” se extendería para referirse a la concepción del arte de este grupo de artistas.

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El Impresionismo busca captar en las obras la temporalidad, la apariencia fugaz del fenómeno que quieren representar. Independientemente del tema,lo fundamental es lo que el artista percibe en un instante y de forma real y cómo se siente frente a lo que percibe. En consecuencia, el Impresionismo deja de lado el enfoque tradicional que exigía al artista contar una historia o transmitir un mensaje de tipo moral. Una exigencia adicional de este afán por captar instantáneamente momentos fugaces de motivos cotidianos era la de pintar «au plain air»», al aire libre. Los apuntes que anteriormente se terminaban en el estudio, pasaban ahora a ser terminados en el mismo exterior. Los pintores impresionistas no dudaban en aprovechar los avances tecnológicos del momento que facilitaban el transporte por ferrocarril con localidades de la campiña francesa cercanas a París, y ubicaban sus caballetes al aire libre para ejecutar allí sus obras. A esto ayudó también la invención en la década de 1840 de los tubos metálicos de pintura, que permitían transportar el equipo con gran facilidad.

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Las características formales de la pintura y el tipo de pinceladas –muy variadas, vigorosas y personales–, están condicionadas por la espontaneidad e inmediatez que exige la pintura al aire libre a la hora de captar una impresión de la naturaleza.

Pero, además del paisaje, los impresionistas también pintaban personas dentro de sus cuadros. Como observadores atentos de su época, los impresionistas retrataban escenas cotidianas propias de la vida moderna. Estaciones de ferrocarril, paseantes ociosos y desprecupados, paseando o merendando en el campo, calles con el bullicio y la animación propios de la gran ciudad que era París, escenas de interior de cafés y locales de variedades, en el circo, bailarinas de ballet, con gente descansando, aburriéndose o divirtiéndose; esto les daba la oportunidad de captar ese instante que les interesaba.

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El apunte del natural

La realización de un dibujo bajo el concepto de apunte implica más que en ningún otro trabajo la captación en conjunto de la forma y el volumen de la imagen que deseemos representar.

Un apunte es un dibujo ejecutado con una gran limitación de tiempo y cuya finalidad es la plasmación de sensaciones e impresiones instantáneas a partir de un modelo ya sea vivo o no (figura, paisaje).
En este caso, y por la necesaria rapidez en la ejecución, el dibujante no podrá detenerse en efectuar medidas y comprobaciones, sino que tales referencias deberán tomarse de una forma mental. En consecuencia, el resultado del dibujo será siempre menos exacto, pero habrá ganado en espontaneidad y el artista habrá adquirido una cierta destreza visual. Tal práctica nos ayudará a desarrollar aún más nuestra percepción visual y el límite de tiempo que impone el boceto nos obligará a captar sólo los rasgos fundamentales del modelo omitiendo los que no son importantes.

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Equivocarse a la hora de hacer apuntes es importante, pues nos señalará aquellos aspectos de nuestra técnica que tendremos que trabajar. Además, el realismo no es la principal preocupación de un apunte, si no que es más importante captar el gesto y el ritmo.

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Ante la presencia de un modelo vivo, hay que obrar con cautela. Ya se trata de u animal o de una persona, hay que contar con que respirará y se moverá, luego no podemos esperarle siempre, y su actitud es preciso que represente con la mayor brevedad posible. Cualquier tema es digno de estar en un apunte, pero el dibujante deberá buscar siempre aspectos diferentes, aunque trabaje con un mismo modelo. De esta forma conocerá más a fondo el motivo y adquirirá la necesaria soltura en su representación.

El apunte o boceto nunca debe interpretarse como "un dibujo en pequeño", sino más bien como una expresión viva del tiempo o como un paso previo al desarrollo de una obra acabada.

Tres objetivos debe tener presentes el dibujante a la hora de ejecutar apuntes rápidos:

  • Síntesis de la imagen
  • Expresividad del trazo
  • Unidad del dibujo.

El dibujante debe proponerse sintetizar la imagen que ve, ya que es un trabajo donde sólo importan los rasgos esenciales y no los detalles.

La fluidez de trazo y su expresividad son también fundamentales, puesto que el buen apunte se apoyará en líneas o manchas efectuadas con gran soltura y agilidad que den idea de los ritmos del modelo y de los sentimientos del dibujante hacia él.

Finalmente, la unidad de acabado del apunte, es decir, la armonía del dibujo acabado, será la prueba de que el dibujante ha captado en conjunto la imagen que pretende reflejar a modo de instantánea.

Estos tres elementos bien combinados suplirán en el apunte la ausencia de un método universal de ejecución y unas normas concretas de trabajo.

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(Tres dibujos de Fernando Muñoz Buitrago)

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